Familias cristianas

En El Koppenstraat, en la ciudad holandesa de Briel, Anneken Jansz vivía una vida acomodada en una casa grande con sus padres. Ellos tenían dinero y ella era hija única. En la flor de su juventud, ella conoció a un joven llamado Arent. Él era barbero y su amor los llevó al matrimonio. Debieron de haber sido felices. Pero el dinero, las fiestas, los vestidos lujosos, y los vinos caros, no satisficieron los anhelos de sus corazones. Una noche, un joven llegó a la casa de ellos. Su nombre era Meynaert y él les habló acerca de seguir a Cristo. Antes de irse, bautizó a Arent y a Anneken sobre su confesión de fe. Pero por haberse bautizado, Arent y Anneken tuvieron que huir. Dejaron el hogar de sus padres y escaparon por el Canal Inglés a Londres. Allí, les nació un bebé, Isaías, quien se unió a la familia. Pero Arent se enfermó y murió. Anneken empacó sus pocas pertenencias y regresó con los creyentes de Países Bajos.

De vuelta a Holanda, en un vagón cargado de gente que se dirigía de Ijsselmonde a Rotterdam, Anneken y una compañera, Cristina Barents, cantaban cantos cristianos. Era una fría mañana de diciembre.

Un pasajero entonces sospechó que eran anabaptistas y las reportó tan pronto como llegaron a la ciudad. La policía las arrestó mientras que abordaban una barca para Delft. Por un mes, ambas hermanas estuvieron en la cárcel. Anneken cuidaba a Isaías, que ahora tenía un año tres meses, y escribió una confesión de fe. Luego sentenciaron a ambas mujeres a morir. La mañana del día de su ejecución, Anneken se levantó temprano y escribió una carta:

Isaías, recibe tu testamento: Escucha, mi hijo, los consejos de tu madre, abre tus oídos a las palabras de mi boca. Ahora en este día yo voy por el camino de los profetas, apóstoles y anabaptistas, para beber de la copa de la que ellos bebieron. Voy por el camino de Cristo, que tuvo que beber de esa copa Él mismo. Puesto que Él, el Pastor, ha ido por ese camino, Él llama a sus ovejas a seguirlo. Es el camino a la fuente de la vida. Éste es el camino por el que los reyes de la tierra del sol naciente entraron a la edad santa. Es el camino de los muertos que claman debajo del altar: “Señor, ¿hasta cuándo?” Es el camino de aquellos que están sellados en sus frentes por Dios mismo. Mira, todos ellos tuvieron que beber de la copa amarga como ha dicho el que nos rescató: “El siervo no es mayor que su señor, sino que le es suficientemente bueno para él, ser hecho semejante a Él.” Nadie viene a la vida eterna excepto por este camino. Entonces, entra por esta puerta estrecha y agradece la disciplina del Señor.

Si quieres entrar en el mundo santo y en la heredad de los santos, ¡síguelos! El camino a la vida eterna es sólo un paso largo. De un lado está el fuego, y del otro lado está el mar. ¿Cómo lograrás pasar? Mira, hijo mío, no hay atajos. No hay una opción más fácil. Toda otra ruta alterna lleva a la muerte. El camino a la vida eterna es hallado por pocos, y caminado por menos aún.

Hijo mío, no sigas a la multitud. Guarda tus pies del camino de la mayoría, porque lleva al infierno. Pero si oyes de un grupo pequeño, pobre, rechazado, necesitado, del que todos hacen burla y al que todos odian, ¡ve allí! Cuando oigas de la cruz, ¡allí está Cristo! No te alejes de la cruz. Huye del mundo. Únete a Dios y témelo sólo a Él. Guarda sus mandamientos. Recuerda sus palabras. Escríbelas en tu corazón y átalas a tu cuello. Habla de ellas día y noche, y serás una planta hermosa. Conserva tu cuerpo para el servicio del Señor, para que su nombre sea hecho grande en ti. No tengas miedo de los hombres. Abandona tu vida antes que apartarte de la verdad.

Hijo mío, lucha por lo bueno, ¡hasta la muerte! Ponte la armadura de Dios. Sé un verdadero israelita. Evita la injusticia, el mundo, y todo los que está en él, y ama lo que es de arriba. Recuerda que no perteneces al mundo, así como tu padre y tu madre tampoco pertenecieron a él. Sé un verdadero discípulo de Cristo y no tengas ninguna comunión con el mundo.

Oh, hijo mío, recuerda mis instrucciones y no las dejes. Que Dios permita que crezcas para temerle. Que la luz del evangelio brille en ti. Ama a tu prójimo, alimenta al hambriento, y viste al desnudo. No tengas dos del mismo artículo porque seguramente alguien más necesitará de él. Comparte todo lo que Dios te dé como resultado del sudor de tu frente. Distribuye lo que Él te da. Dáselo a los que aman a Dios y a los que no atesoran nada, ni para la mañana siguiente; entonces Dios te bendecirá. ¡Oh, hijo mío, vive una vida digna del evangelio y que el Dios de paz te haga santo en cuerpo y alma! Amén. ¡Oh, Padre Santo, santifica al hijo de tu sierva! ¡Guárdalo del mal por causa de tu nombre!1

Después de escribir la carta, Anneken la dobló y la unió a una pieza de tela junto con unas pocas monedas. Vistió a Isaías y a las nueve en punto, en la luz del sol de invierno, la llevaron a ella y a Cristina a las puertas de la ciudad y al río Schie. Multitudes de gente se alinearon en las calles. En el camino, Anneken gritó: “Tengo un hijo de cinco cuartos de año. ¿Quién quiere tomarlo?” Un panadero, un hombre pobre y padre de seis hijos, alcanzó y tomó a Isaías. Anneken le dio la pieza de tela con la carta y las monedas. Luego ataron a las mujeres, rompieron el hielo, y las echaron al agua del río para ser ahogadas. Era el 24 de enero de 1539.

Una familia espiritual

Durante los años del avivamiento anabaptista, la familia ordinaria tomó un lugar secundario. Muchos, como Anneken Jansz, sufrieron el rechazo de parte de sus familias pudientes, por su decisión de seguir a Cristo. Muchos, como ella, también perdieron a su cónyuge y a sus hijos. Pero sufrían con disposición el dolor de abandonar o perder cualquier lazo familiar, por el gozo de pertenecer a la familia de Dios. Hasta el gozo del matrimonio daba lugar para la “unión entre Dios y el hombre, que vale mil veces más que la unión entre el hombre y la mujer.”2

Pedro Rideman escribió: El matrimonio tiene lugar en tres grados diferentes. El primer grado es el matrimonio de Dios con el alma del hombre. El segundo grado es el del matrimonio del espíritu con el cuerpo. El tercer grado es el de un cuerpo con otro, esto es, el matrimonio de un varón con una mujer. El matrimonio corporal no es el primero, sino el último y el de menor grado. Es visible y sirve como una figura que ilustra lo que es invisible, los matrimonios de los grados de en medio y primero.

Así como el varón es la cabeza de la mujer, el espíritu es la cabeza del cuerpo, y Dios la cabeza del espíritu.3

Las familias naturales

Los hijos que Dios adopta llegan a ser una sola gran familia espiritual. Pero dentro o fuera de esta familia, también existe la familia natural o carnal. El que sigue a Cristo está dispuesto en todo momento a rendir (perder) por Su causa a su familia natural: padres, hijos, esposa, porque eso es secundario. Pero Jesús no rechazó ni minimizó la vida familiar. Él obedeció a sus padres, respetó a las familias de sus seguidores, y bendijo a los niños. En todo esto, los anabaptistas escogieron seguir a Cristo, en vez de seguir a la Iglesia del Oscurantismo.

Por mil años ya, la Iglesia Católica había enseñado que la relación entre hombre y mujer era mala, que permanecer soltero era más santo que casarse, y que el Espíritu Santo abandonaba la habitación durante el acto matrimonial. La relación marital estaba prohibida en domingo por ser el día de la resurrección; en lunes, en honor a los fieles difuntos; en jueves, por causa del arresto del Señor; en viernes, por la crucifixión; y en sábado, por la virgen María. Eso dejaba únicamente los martes y miércoles. Pero incluso en esos días, las parejas católicas tenían que confesar lo que habían hecho en secreto. El “pecado” de la relación marital se ponía casi al mismo nivel que el adulterio o que cualquier otra inmoralidad. Los reformadores no rompieron totalmente ni de una vez con esa posición, ni con el ideal de Agustín de Hipona de tener relaciones sin pasión.

Martín Lutero, en su libro El Legado del Matrimonio, escribió: La relación sexual nunca está sin pecado; sin embargo, Dios lo excusa en su gracia porque el patrimonio del matrimonio es su obra y Él preserva en y a través del pecado (la relación sexual) todo lo bueno que Él ha implantado y bendecido en el matrimonio.

Los anabaptistas no podían aceptar tal posición dual. Ellos veían el celibato forzado y el desaprobar el acto matrimonial, como otra “señal segura del anticristo.” Ellos creían que el matrimonio cristiano es el diseño de Dios. Las familias grandes con niños con educados en casa, esposas que se sometían gozosamente a sus maridos, abuelos, discapacitados, y gente soltera mayor, todos ellos recibían una aceptación amorosa y llegaron a ser parte de la vida anabaptista.

Hans Betz escribió: Las Escrituras nos dicen que cada hombre tenga su propia mujer, una mujer que le dé hijos para que se multipliquen sobre la tierra. Dios ya les había ordenado a Adán y a Eva que se ocuparan de esta manera en el jardín del Edén. El matrimonio debe ser tenido en el mismo honor y pureza, de acuerdo con el mandamiento de Dios. El matrimonio es honorable y bueno para todos. El lecho de la pareja casada no está contaminado. De hecho, Dios se complace en él.4

Debido a la persecución, había muchas viudas y huérfanos, pero también había muchas bodas. Algunos de los que perdían a su cónyuge en el martirio, se casaban otra vez para tener quién cuidara de sus hijos. Pero otros vivían solteros o solteras por años, sin saber si sus cónyuges se hallaban vivos o muertos.

El celibato

Los hermanos que vivían en un estado civil soltero recibían el apoyo absoluto de la hermandad anabaptista. De hecho, los anabaptistas veían un gran valor en el celibato, aunque no pensaban que debía de ser forzado. Eran prontos para señalar y ordenar hermanos célibes como siervos de la Palabra y enviarlos como mensajeros para predicar y bautizar. Las hermanas solteras sobresalieron especialmente por su dedicación a la obra de la comunidad del Señor, y muchas de ellas testificaron de su fe al precio de sus vidas. Jacob Hutter, antes de ser quemado en la estaca el 25 de febrero de 1536 en Innsbruck, Austria, escribió a los creyentes en Tirol: También necesito hablarles acerca del matrimonio porque hay muchos hermanos y hermanas solteros entre ustedes. Mi deseo es que cada uno de ellos sepa cómo guardarse en santidad.5

El celibato, cuando era practicado entre los anabaptistas, ocurría en el contexto sano de un hogar y una comunidad cristiana, nunca en instituciones separadas. Pero los anabaptistas esperaban que los hombres y mujeres, ya fueran solteros o casados, practicaran y pusieran en alto la enseñanza neo testamentaria de la pureza moral.

Enseñanza de lso anabaptistas sobre el matrimonio

Los anabaptistas no pensaban, como Lutero, que toda persona debía casarse para poner un fin a la inmoralidad sexual. Más bien, ellos enseñaban la necesidad de seguir a Cristo en un caminar santo, tanto dentro, como fuera del matrimonio. El matrimonio no es una concesión para la naturaleza carnal del hombre. Es una institución santa, una figura que Dios dio para mostrar su amor por la Iglesia verdadera. Los anabaptistas suizos publicaron un panfleto acerca del matrimonio ya en 1527. Dirk Philips escribió un libro sobre el mismo tema. El matrimonio piadoso y la vida hogareña santa fueron puestos en una perspectiva adecuada por muchos escritores anabaptistas, como por ejemplo por Pedro Walbot. Él escribió: Es un mandamiento de Dios el honrar a padre y madre y conservar íntegro el matrimonio, y es natural amar a nuestra esposa e hijos. Pero Cristo dijo: “El que ama más a estos que a Mí, no es digno de Mí…”

Cristo dice que lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Es importante investigar cuidadosamente si Dios es el que ha guiado a un hombre y a una mujer juntos, o si sencillamente se juntaron en el mundo. Muchos vienen, siendo prostitutas y pícaros inmorales y fornicarios para que un sacerdote (que generalmente es un pillo también) los case. ¿Cómo puede esto ser la obra de Dios?

Los que se han unido por el poder del diablo viven bajo el poder del diablo… el que se separa de un supuesto matrimonio para seguir a Cristo no se separa por el hombre, sino por Cristo y su Palabra. Aunque le llamemos separación del matrimonio (Ehescheidung), en realidad no es separación de un matrimonio, sino de la fornicación…. Pero los que se divorcian no por causa de Cristo y de su Palabra, simplemente sobre bases humanas, como se divorcian los impíos de este mundo, hacen pecado.6

Los anabaptistas veían los votos matrimoniales como los votos bautismales. Creían que no era posible romperlos sin incurrir en la condenación eterna. Las parejas anabaptistas se comprometían y entregaban uno al otro de por vida, y solucionaban los problemas que venían, si es que venían, en el camino.

El divorcio no era una opción para parejas de creyentes. Menno Simons escribió en su libro La verdadera fe cristiana: Escribo esto para que despierten, se arrepientan, y lamenten ante Dios su conducta pasada desgraciada. Escribo para que ya no contaminen más las camas de su prójimo, ni violen más a las mujercitas. Que todos vivan en honor, cada uno con su esposa, y los solteros guardándose de la inmoralidad. Si un varón soltero no puede contenerse, que busque una esposa piadosa en el temor de Dios. Si ha cometido fornicación pero sin haberse casado antes con otra persona, que honre a la chica a la que deshonró. Que la levante de su vergüenza y se case con ella en el amor cristiano de acuerdo con la Palabra de Dios y enseñe a sus hijos y a los hijos de sus hijos lo que Tobías enseñó a su hijo: “Guárdate, hijo, de toda impureza y sobre todo, no tomes mujer extraña. Guárdate para tu esposa.”

Instrucciones para los jóvenes

“Los que se den en casamiento,” aconsejaron los líderes anabaptistas en Estrasburgo, “lo harán con el consejo y el conocimiento de los ancianos. Comenzarán su matrimonio en el temor de Dios e informarán a sus padres acerca de sus planes.”7

“La iglesia del Señor no va a casar jóvenes hijos de padres creyentes, sin el consentimiento de sus padres,” decidieron los líderes. “Pero los padres deben tener una razón válida para no consentir con ello. En el caso de jóvenes creyentes que tengan padres incrédulos, buscarán su consejo y los honrarán. Pero si sus padres todavía no dan su consentimiento, los jóvenes se someterán al buen juicio de los demás hermanos.”8

El lugar de los hijos

A pesar de encontrarse en medio de una pesada persecución, los anabaptistas dedicaban mucho tiempo a sus hijos. Menno Simons escribió:

Amonesta a tus hijos diariamente con la Palabra del Señor. Sé un muy buen ejemplo. Amonéstalos al nivel de su entendimiento. Mándalos, restríngelos y castígalos con discreción. Usa moderación, sin enojo ni amargura, para que no se desalienten. No escatimes, perdones o evites la vara. Úsala cuando es necesario y piensa en lo que está escrito: “El que ama a su hijo, lo disciplina a menudo para que tenga gozo al final. Pero el que es indulgente con su hijo se pone de su lado y se espanta cuando apenas oye un lloro.” Un hijo sin límites se vuelve testarudo como un caballo no domado. No aflojes cuando está pequeño, o será terco y desobediente cuando crezca. Corrige a tu hijo. Guárdalo de la ociosidad o de otra manera serás avergonzado por su causa.

Si crees que el fin de la justicia es vida eterna, y si crees que el fin de la maldad es el fuego eterno, entonces, haz tú hasta lo sumo para guiar correctamente a tu hijo. Ora a Dios por gracia. Ora que los guarde en el camino recto y los guíe con su Espíritu. Vela por la salvación de tus hijos como velas por tu propia alma. Enséñalos. Muéstrales cómo se hacen las cosas. Amonéstalos, adviérteles, corrígelos, y disciplínalos como requiera la ocasión.

Mantenlos alejados de niños indisciplinados de quienes oyen sólo mentiras, maldiciones, peleas, y travesuras. Dirígelos en la lectura y la escritura. Enséñales a hilar y a hacer otros trabajos útiles adecuados para su edad. Si haces esto, vivirás para ver mucho honor y gozo en tus hijos. Si no lo haces, te consumirá la pesadez de corazón. Un hijo a la deriva causa desgracia a su padre y a su madre. 9

¿Un monje casado?

Se han preservado muchas cartas de amor escritas por prisioneros anabaptistas a su cónyuge. Y el gran amor que compartían es evidente en las narraciones de esposos animando a su esposa y esposas animando a su esposo antes o durante las ejecuciones. Miguel Sattler y su esposa son sólo un ejemplo. Miguel había sido prior en el monasterio benedictino y su esposa había sido una monja beguina. Pero el 15 de mayo de 1527, él le dijo a la corte alemana: “Cuando Dios me llamó a ser un testigo de su Palabra, dejé el monasterio y tomé una esposa de acuerdo a la regla de Dios. Hice eso cuando observé la posición anticristiana en la que me encontraba, y cuando vi a los monjes y sacerdotes viviendo en tal orgullo y lujo, seduciendo a la esposa de tal hombre, a la hija de ese otro, y a la criada de aquel otro. Pablo dijo que en los últimos días los hombres prohibirían casarse y mandarían abstenerse de comidas que Dios creó para ser disfrutadas con acción de gracias.” Miguel Sattler y su esposa, viajando juntos de su casa a una reunión de líderes anabaptistas, cayeron en manos de las autoridades. Después de quemar a Miguel Sattler en la estaca, se volvieron a su esposa, coaccionando, amenazando y rogándole que se retractara de su fe. Pero ella no los escuchó. Conservó intacta la marca de Cristo y de su iglesia hasta que la ahogaron en el río Neckar ocho días después.

Dispuestos a edificar sus familias en, con y para Cristo, o, si era necesario, a perderlas o abandonarlas, también por causa de Cristo, los anabaptistas avanzaron…

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