10 Menno Simons y Hans Bretz, La vida nueva

“Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” escribió Menno Simons en la página principal de su libro Del Nacimiento Celestial y la Nueva Criatura en 1556. Citó a Pablo en Gálatas 6:15. Y junto con Pablo y Menno Simons, los anabaptistas rechazaron todos los medios externos de salvación.

Para los anabaptistas, la salvación era Cristo. Ser salvo significaba para ellos volverse a Cristo en el corazón y comenzar con Él una nueva vida, como Hans Betz, quien se convirtió y bautizó en Donaworth en Frankische en 1530.

Hans era un joven que tenía muchos amigos. Aprendió a trabajar y luego a dirigir un taller textil y ganaba muy bien de su tienda de hilos y ropa (especialmente de lino.) Siendo lo suficientemente grande como para saber lo que pasaba de noche en el pueblo, él también participaba de ello. Pensaba que llevaba una buena vida y la disfrutaba… pero se sentía culpable.

Entonces un mensajero anabaptista vino a su pueblo. Hans lo oyó hablar y sintió un llamado interno. Se arrepintió de sus pecados, se bautizó, y abandonó todo lo que tenia para seguir a Cristo. Después de un tiempo, Hans halló un lugar para él en la comunidad de creyentes en Znaim, Moravia. Cuando tuvieron que huir, él fue capturado con ellos. Sus captores lo echaron en la mazmorra del castillo de Passau, en el Danubio. Allí, el tuvo tiempo para escribir su testimonio:

Al principio, Dios me creó para ser su hijo. El me creó limpio. Él me dio su imagen cuando yo aún estaba en el vientre de mi madre. Pero al nacer en la tierra, perdí mi inocencia que Dios me había dado. Crecí en el mundo, rodeado de las impurezas del pecado. Sólo buscaba las posesiones y el dinero, cosas que están en contra de Dios. Cualquier cosa que mis ojos codiciaban, mi corazón buscaba obtener…

Aunque la ley de Dios escrita en mí resistía estos pecados comunes en los que yo vivía, yo no la obedecía. Yo estaba ya pervertido desde lo más profundo de mi corazón. Mi boca sólo podía hablar cosas malas, y mis vicios eran muchos. Aunque mi espíritu estaba dispuesto a alejarme del pecado, mi carne era demasiado débil en la batalla, y pronto me hallaba otra vez cayendo. El bien que yo quería hacer no lograba hacer porque el poder del pecado seguía obligándome a hacer el mal. Llevaba una vida sin control, guiada por los deseos de mi corazón. Perdí el don de Dios y pequé hasta el límite. Entonces la Ley de Dios me juzgó y, aunque había sido esta dada para vida, me condenó a muerte.

Cuando reconocí la Ley de Dios, comencé a ver la magnitud de mis pecados, mis vicios, y mi vergüenza. La Ley me hirió y me condenó a la muerte y al infierno. Allí, rodeado por el pecado, la muerte y el infierno, busqué a Dios, y Él me trajo a la vida otra vez. Él me movió con su Ley al lugar en donde hallé otra vez la gracia de Dios que había perdido por tanto tiempo…

La Ley me enseñó a reconocer el pecado y me llevó de vuelta al don de Dios, que es dado en Cristo Jesús. No hubiera sabido lo que es el pecado si Dios no me hubiera hablado. Pero así como el pecado reina en el corazón del que vive en pecado, así la gracia de Dios reina en el corazón del hombre a quien Cristo engendra otra vez. Es sacado del pecado a todo lo bueno otra vez.

Cuando la Ley hirió mi conciencia empecé a clamar por la misericordia y la gracia de Dios. Empecé a clamar que me ayudara a salir de mi pecado y que me aceptara como su hijo otra vez, por causa de su misericordia. Dios, en su gracia, oyó a través de Cristo, mi clamor. Me sacó de la muerte, perdonó mis pecados, me tomó otra vez como su hijo, y a través de El vencí el pecado cuando Él me hizo nuevo. Porque había caído de Dios por el pecado y había venido a estar bajo su ira. Pero Él me engendró otra vez como su hijo. Me engendró en Su Hijo, el Señor Jesucristo, Quien es el Hombre Mediador, para que ya no estuviera perdido.

Nadie viene a Dios a menos que Dios lo acerque. Por lo tanto Él nos muestra a Cristo para que ninguno de nosotros huya de Él cuando vemos a través de la Ley el castigo que merecemos.1

Adán y Cristo

“Jesucristo, a través de su obediencia, deshizo la desobediencia de Adán y de todos sus descendientes,” escribió Menno Simons. “Y por su muerte tan dolorosa Él restauró la vida.”2 “Lo que perdió Adán, eso hallamos otra vez en Cristo, hermosamente adornado y claro,”3 escribió un escritor del Ausbund.

¿Que perdió Adán? Los anabaptistas creían que Adán, cuando pecó, perdió su inocencia. Ellos creían que la inocencia es un don de Dios y que todos nacemos con ella. Pero cuando crecemos, perdemos nuestra inocencia, perdemos la imagen de Dios, lo que sólo puede ser hallada otra vez en Cristo.4

Venir a Cristo, creían los anabaptistas, es volver al amor, la libertad, y la inocencia de un niño. Allí, ya ni el pecado, ni la ley hecha para controlar el pecado nos afectan en Cristo. En Cristo estamos por encima del pecado, y por encima de la ley, impelidos a obedecer únicamente por amor. Wolfgang Brandhuber, poco antes de que lo mataran en Linz, Austria, escribió:

Si queremos ser uno con Dios, necesitamos ser uno con su voluntad (Cristo Jesús.) Esto ocurre cuando le hablamos sobre nuestras grandes necesidades y le decimos que lo amamos. Si lo amamos, guardaremos sus mandamientos porque el amor–si es amor verdadero–nace del corazón. ¿Como puede venir el amor sino sólo del corazón? Y el amor continuamente busca a su amor, como la novia del cantar de Salomón, que no puede hablar y cantar de nada más que de ello.

El verdadero cristianismo obra sólo por amor. No necesita ley porque cumple los mandamientos de Dios por puro amor y se ejercita en el día y la noche. Deja atrás todo lo terrenal. Menosprecia lo terrenal hasta lo sumo y pregunta: “¿Por qué molestarnos con ello?” Busca porque ama. Entre más ama, más busca también ser amado–comprometiéndose y desposándose con el Amado y mirando atenta e insistentemente a través de la celosía para velar observándole venir de lejos.5

Hans Bretz escribió:

Cristo nos muestra la Ley de Dios para el hombre: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.” (Lucas 6:31.) Nos muestra lo bueno y lo malo para que vivamos de una manera diferente. Cristo es el cumplimiento de la Ley que fue dada en figuras a Moisés. Todas las figuras de la Ley terminan en Cristo, porque Cristo es la Ley. Obedecer la Ley, dice Cristo, es amar a Dios con toda la fuerza de nuestra alma, corazón y cuerpo, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En estos dos cortos mandamientos la Ley es resumida, sumada, y reunida en Cristo. La fe y el amor nacidos de corazón limpio, dice Pablo, es la suma de todos los mandamientos. El que vive en el amor de Dios es un discípulo de Cristo y conoce la verdad. El amor es bondadoso y afable y no hace mal ni a Dios ni al hombre. Sufre y soporta todo, y se guarda de pecar, se está muy lejos del pecado… Es así como la Ley y los Profetas son cumplidos en Cristo Jesús nuestro Señor. Este es el camino que Él nos ha mostrado que lleva al Padre y a la vida eterna…6

Un volverse

Los anabaptistas hablaban acerca de nacer de nuevo. Menno Simons escribió:

“El que no naciere de nuevo, no puede ver el Reino de Dios…el que no naciere del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.”

¡Escuchen! Estas no son palabras inventadas por el hombre. No fueron decididas o resueltas en ningún concilio eclesiástico. ¡Son las Palabras del Hijo de Dios! La Palabra es poderosa y es clara y fue dicha no sólo para Nicodemo sino para todos los descendientes de Adán que han llegado a una edad madura. Es muy malo que la Palabra haya sido escondida por la fea levadura, y el estiércol de los mandamientos humanos, las reglas humanas, y las interpretaciones humanas, a tal punto que escasamente uno o dos de entre mil entiende el nacimiento celestial.7 Un nuevo nacimiento, un nacimiento celestial, una nueva creación, un bautismo en el Espíritu–los anabaptistas usaban todos estos términos, pero el que usaban más frecuentemente era el termino bekehrung (conversión), que en alemán significa literalmente “un volverse” o “una media vuelta en dirección opuesta.” Leyeron esa palabra en Mateo 18:3 “y dijo: de cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entrareis en el Reino de los cielos.”

Hans Betz escribió:

Escucha cómo se recibe a Cristo. Necesitas hacer un pacto firme con Él. Necesitas volverte de todo pecado desde lo profundo de tu corazón. Entonces serás limpio. Cristo vendrá y te mostrará su Espíritu–y te engendrará otra vez.8

Menno Simons escribió:

Si deseas ser salvo, tu vida terrenal, carnal e impía primero debe ser hecha nueva. Las santas escrituras con sus amonestaciones, reprensiones, narraciones de milagros, ceremonias, y sacramentos, nos enseñan sólo el arrepentimiento. Si no te arrepientes, no hay nada en el cielo ni en la tierra que pueda ayudarte, porque sin arrepentimiento nos consolamos a nosotros mismos en vano… Tenemos que nacer de arriba. Tenemos que ser transformados y hechos nuevos en nuestros corazones. Tenemos que ser trasplantados de la naturaleza injusta y mala de Adán a la naturaleza verdadera y buena de Cristo, o nunca en toda la eternidad seremos salvos por ningún medio, sea de Dios o de los hombres. Quien no se ha arrepentido y hallado una vida nueva está perdido (hablo de los que están en la edad de comprender esto) Todo el que no desee ser engañado debe guardar esto en el cofrecito de su conciencia.9

Un escritor del Ausbund escribió:

¡Escuchen todos ustedes, cristianos que han nacido de nuevo! El Hijo de Dios del Reino de los cielos murió en la cruz y sufrió la muerte y la vergüenza. ¡Sigámoslo! ¡Tomemos nuestra cruz!

La Sangre de Cristo limpia y quita los pecados únicamente de aquellos que renuncian a todo para seguirlo andando en la luz, y que creen sólo en Dios–aun cuando hayan pecado demasiado. El Espíritu Santo es dado a aquellos que creen y son bautizados, si es que siguen a Cristo. Con el Espíritu matan a la carne y sólo así hallan paz con Dios. Los que son lavados y hechos libres del pecado con la Sangre de Cristo andan en el Espíritu con corazones quebrantados. El Espíritu reina en ellos y les muestra el camino. Por lo tanto, hijos purificados de Dios–nacidos de nuevo– ¡Consérvense puros! ¡Que nadie los engañe! El que hace justicia es justo. El que peca es un esclavo del pecado.10

No volver atrás

Los anabaptistas no podían hablar acerca de la vida nueva sin mencionar la comunión con Cristo, que se encuentra sólo en el sufrimiento con Él, y sin mencionar la absoluta necesidad de una rendición total (Gelasenheit.) El material sobre el tema es vasto. De hecho, es abrumador y abundante–tal vez sea el tema más popular de los escritos anabaptistas del sur de Alemania y Austria. Citaré sólo a Hans Betz quien trazó un paralelo entre la rendición del cris- tiano al Señor y la salida de Lot de Sodoma, dejando atrás todo, para empezar una nueva vida.

Escribió: Peleemos valientemente, prosiguiendo hacia la meta del premio. El que se regresa a un lado o al otro perecerá con la esposa de Lot quien miró atrás, sintiendo pena por las posesiones que dejaba atrás.11

¡Que el que ha puesto su mano en el arado no mire hacia atrás! ¡Prosigue hacia la meta! El que gane a Cristo se levantará con Él de los muertos en el día final… ¡Acordaos de la mujer de Lot! Cuando miró atrás, fue castigada por su desobediencia y se volvió estatua de sal. Que esto sea tu ejemplo, ejemplo para ti, que has escogido el Camino. ¡No vuelvas atrás! ¡No mires atrás! ¡Declárate estar por Cristo y sigue adelante! Si vences, ¡vivirás con Él en gozo eterno!12

¡No a la gracia barata!

“El mundo orgulloso también quiere ser cristiano,” escribió un escritor del Ausbund. “Pero el mundo se avergüenza de la cruz. El mundo dice: No. eso no puede ser. ¿Por qué tenemos que sufrir si los sufrimientos de Cristo son suficientes para redimirnos de nuestros pecados? ¡Oh, mundo ciego, serás puesto en vergüenza! ¡Tu fe no te salvará! ¡Arrepiéntete! ¡Si no quieres sufrir eternamente, ¡sal de en medio del mundo y ya no peques más!”13

Omar Roth, de Sankt Gallen, Suiza, escribió en 1532: Hombre, ¿Estás cansado de estar triste? Empieza a hacer lo correcto. El pecado te trae dolor eterno, y necesitas pelear contra él. ¿Ponte serio! Conócete a ti mismo. Purifica tu corazón y humíllate. Entonces serás llamado grande. Es difícil para aquel que le encanta hablar llegar a conocerse. Si pensara en quién es él, no tendría mucho que decir.

¡Obsérvate a ti mismo! Deja todo. No chismees. Cállate… para que al fin no seas puesto en vergüenza. Con la vara con que mides, serás medido. Cristo trata a todos justamente. Ningún pecado se quedará sin castigo. Por lo tanto teme a Dios y guarda sus mandamientos. Ninguna buena obra se queda sin recompensa. Ora por gracia, de día y de noche, y ora que Dios tenga de ti compasión. Si quieres ser salvo, ¡Aléjate del pecado! Tener mente carnal es muerte. ¡Deja el mundo! ¡Deja tus posesiones! ¡Deja tus bienes y tu dinero! El que piensa acerca de la muerte escoge lo mejor y Cristo gana gracia para Él.14

Menno Simons escribió:

Con un corazón sincero nosotros deseamos morir al pecado, sepultar nuestros pecados con Cristo, y resucitar a una nueva vida con Él, así como lo que simboliza nuestro bautismo. Buscamos caminar humilde y santamente con Cristo Jesús en este pacto de la gracia… Porque así como la muerte del Señor no nos hubiera beneficiado si Él no hubiera resucitado del poder de la tierra… de la misma manera, de nada nos aprovecha el sepultar nuestros pecados en el bautismo si no resucitamos con Cristo del poder de pecado a una vida nueva santa.15

Una vez que descubrieron el secreto de una nueva vida en Cristo, los anabaptistas avanzaron…

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