Modo y significado del Bautismo de los Anabaptistas

El viento seco ruge en la Sierra Madre de Pfingsten, el día de Pentecostés, cuando los menonitas de la antigua colonia se bautizan. En estos días las iglesias van a estar llenas. Caballos y carretas vienen como columnas de hormigas por los caminos derechos como una regla a lo largo de un vasto camino seco, y se dirigen a las iglesias. Kronsgrart, Gnadenfeld, Neuhoffnung, Rosental… el sol brilla pálidamente sobre el camino que está rodeado de montañas y de polvo. Este es el día en el que Justina Wall será bautizada, “uniéndose a la iglesia” en la lengua de los menonitas de la antigua colonia- y se entregará de por vida a la iglesia, iglesia de la cual, si se aparta, perderá su derecho a la gracia de Dios.1 Entré a la escuela con Justina en Canadá. Era una chica callada y sensata. Ahora tiene más de veinte años, y aún la respeto. Pero alguien hizo un comentario, ante los convertidos (vestidos de negro), ante el atento auditorio: “Me pregunto por qué Justina se está bautizando. Todavía no tiene novio.” Los ancestros anabaptistas de Justina venían de Holanda. No se bautizaban en el Pfingsten. Y no se podían haber imaginado a la iglesia menonita a la que ella se entregó de por vida. Pero los ancestros de Justina hubieran sabido que uno no se bautiza para poder casarse.

Conrado Grebel escribió:

Claramente vemos lo que el bautismo es y cuándo debe ser practicado. La gente debe ser bautizada cuando está convertida a la palabra de Dios, sus corazones han cambiado, y desean vivir una nueva vida (Romanos 6)2

El bautismo salvífico

Dentro de unos pocos días después de los bautismos en casa de Félix Manz en Suiza, en 1525, miles de bautismos ya habían tenido lugar en el campo y en la ciudad. En unos meses, miles de cristianos bautizados estaban bautizando a cientos y miles más en los cantones de Suiza, Austria, Baviera, Gutenberg, Ansbach, Sajonia, Thurengen, Hesse, El Kurpfalz, y en la parte baja del Rin en Holanda y en Bélgica.

El bautismo se hacía después de la enseñanza. Pero porque unían a la fe, el arrepentimiento, y el bautismo, los anabaptistas no consideraban que podían posponer uno de los tres. No se esperaban para bautizar hasta que llegara un tiempo y en un lugar conveniente. No había tiempo conveniente. Bautizaban inmediatamente, pues creían que el bautismo es el testimonio externo del nuevo nacimiento mismo. Ellos deseaban el bautismo aunque sabían que les iba a costar la vida. El agua del bautismo no era la urgencia. La urgencia era el compromiso. Puesto que el bautismo es el acto de comprometerse (entregarse y rendirse a) Cristo, los anabaptistas creían que debía tener lugar mientras que el convertido está aún en la brillantez de su primer amor. El compromiso y la conversión deben ser en el tiempo más oportuno: hay que “golpear el acero cuando todavía está caliente.”

Cuando un adulto creía, los anabaptistas le daban instrucciones por varias horas, y en algunos pocos casos, por varios días, pero la mayoría de la gente se arrepentía en los cultos y recibía el bautismo al final del culto.3

El ejemplo de Cristo

Un día, en el río Jordán, “cuando toda la gente estaba siendo bautizada.” Cristo vino a Juan. “Bautízame,” dijo Él. Juan vaciló. “Yo necesito ser bautizado por Ti ¿Y Tú vienes a mí?” “Deja ahora,” contestó Jesús. “Así conviene que cumplamos toda justicia.” Entonces Juan lo llevó al río y lo bautizó. Este ejemplo, junto con los ejemplos de los bautismos espontáneos en el Libro de los Hechos, dejaba a los anabaptistas sin duda acerca de en qué momento bautizar. El bautismo debía ser administrado de manera inmediata– sobre petición– a menos que hubiera una buena razón para esperar. Menno Simons escribió cómo esta práctica fue cambiada por la iglesia de la Edad Oscura:

Somos informados que el bautismo y el tiempo de su administración han cambiado. En el principio de la comunidad, la gente era bautizada en agua ordinaria. Eran bautizados tan pronto como confesaban su fe y sobre la confesión de su fe, de acuerdo con los escritos. Después hubo un cambio. Los líderes de la iglesia empezaron a examinar a la gente siete veces antes de bautizarla. Después de eso, eran bautizados sólo en dos ocasiones especiales: en Pascua y en Pentecostés.4

Bautismo espontáneo

Hans Hut viajo a Austria y Alemania, predicando en toda oportunidad que tenía.

Llamó a la gente a seguir a Cristo y les encargó lo siguiente, “Vayan a todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura. El que creyere el evangelio y sea bautizado, será salvo, y este es el bautismo que salva (dies eligmachende Taufe): soportar angustia, necesidad, tristeza, y toda clase de problemas por Cristo.” Los que veía como buenos candidatos, Hans Hut ordenó, después del bautismo, para ser mensajeros del evangelio. Los envió, hombres jóve- nes y solteros, para predicar y bautizar. Muchos de ellos rápidamente enfrentaron la tortura y la muerte. Leonardo Schiemer, Hans Schlaffer, Ambrosio Spittelmayr, y otros escritores citados en este libro, se hallaban entre esos. Eucario Binder, bautizado y ordenado por Hans Hut en Koninsgberg, Franconia, en 1526, viajó de Núremberg y Augsburgo a Steyr en Austria, bautizando a cientos de personas a lo largo de su camino. El año siguiente lo atraparon en Salzburgo y lo encerraron en una casa con otros treinta y siete anabaptistas. Las autoridades pusieron la casa en llamas, y los prisioneros murieron en las llamas. Leonardo Dorfbrunner bautizó a más de tres mil personas después de su conversión. Muchos jóvenes viajaron de casa en casa y de ciudad en ciudad para encontrarse con los que deseaban seguir a Cristo.

Usualmente el servicio empezaba con la lectura de un pasaje del nuevo testamento y terminaba con el bautismo de aquellos que lo deseaban, y con una participación general de la Cena del Señor. El bautismo tenía lugar en cualquier lugar y a cualquier hora, en la mañana o en la tarde, en una casa o en un manantial. El agua era el símbolo de un lavamiento de arrepentimiento y del quitar el pecado, el símbolo externo de la entrada a una vida nueva y santa. El que lo recibía ya no era el amo de su propia vida, sino un siervo de Cristo Jesús, listo y dispuesto a hacer su voluntad sin importar el costo.5 En Holanda y en la parte norte de Alemania, los bautismos espontáneos causaron que nuevas congregaciones nacieran, como un historiador lo describió, “como hongos.” 6 Muchos anabaptistas ni sabían el nombre de el que los había bautizado. Los bautizadores, por causa de la persecución, no revelaban sus nombres. Pero algunos pocos, como Leenaerdt Bouwens mantuvieron un récord numérico. Por treinta años, él bautizó en promedio, a más de trescientas personas al año.

Demasiado joven

Los anabaptistas le pedían a la gente que pospusiera su bautismo sólo cuando el “documento” en el que el sello se iba a aplicar estaba incompleto.

En una carta “escrita en la oscuridad con materiales pobres” en la mazmorra del castillo de Gent en Bélgica, Jannijn Buitkijns, quemado en la estaca el 9 de julio de 1551, cuenta acerca de otros nueve anabaptistas que fueron interrogados con él. Uno de ellos era un adolescente.

El jovencito confesó que él pensaba que el bautismo de creyentes era correcto y bueno. Él había ido con su maestro para que lo bautizara, pero aún no estaba bautizado. “¿Por qué no te bautizó el maestro?” preguntó el interrogador. El muchacho contestó: “Mis señores, cuando el maestro me explicó la fe y me hizo algunas preguntas, él notó que todavía me hallaba inmaduro en mi entendimiento. Me dijo que me fuera y escudriñara las Escrituras un poco más. Pero yo quería ser bautizado. El maestro entonces me preguntó si yo sabía que el mundo mata y quema a aquellos que se bautizan. Yo le dije que yo ya sabía eso muy bien. Entonces me dijo que aún así, debía ser paciente hasta que él viniera la próxima vez. Me dijo que inquiriera las Escrituras y le pidiera al Señor sabiduría porque era demasiado joven aún. Entonces nos despedimos.”

“¿Sientes tristeza de que no has sido bautizado”?

“Sí, mis señores”

“Si no estuvieras en la prisión, ¿serías bautizado?”

“Sí, mis señores.”

Por estas palabras sentenciaron a muerte al muchacho, y Jannijn no volvió a verlo.7

No listo aún

Lauwerens van der Leyen, arrestado en Antwerp en 1559, enfrentó la pregunta: “¿Estás bautizado?” Él contestó: “No.”

“¿Entonces no es necesario el bautismo?” preguntó el interrogador.

“Sí,” dijo Lauwerens, “es necesario para la perfección.”

“¿Entonces por qué no te has bautizado?” insistió el interrogador.

“Todavía no era lo suficientemente bueno.”

“¿Por qué?”

“Porque estaba muy involucrado en este mundo. Estaba, y aún estoy, profundamente en deuda. Pensaba que si nos atrapaban, tal vez hubieran dicho que yo era un hipócrita. Muchos podrían ser alejados de la verdad. Por lo tanto pospuse mi bautismo. Pero lo considero correcto y bueno, y quiero morir en esta fe. Aunque no he sido bautizado, el Señor tendrá misericordia y me salvará por sus sufrimientos y por su preciosa sangre. Creo todo lo que un cristiano debe creer y me paro firme en eso. Pueden hacer conmigo lo que deseen porque estoy en su poder.”

Decapitaron a Lauwerens en Antwerp, Bélgica, el 9 de noviembre de 1559.8

Excepciones a la regla eran comunes en el siglo dieciséis. Algunos creyentes caían en manos de las autoridades antes de poder bautizarse. Algunos, arrestados en el culto, se convertían durante el arresto o ya en la prisión. Algunos no podían bautizarse por otras razones. Pero la pregunta de su salvación no era una cuestión. Los anabaptistas no tenían duda de la misericordia de Dios para con los fieles.

Los niños

Las autoridades católico romanas y protestantes a menudo trataron de rescatar a los hijos de los anabaptistas de manos de sus padres “herejes” para bautizarlos. Acusaban a los anabaptistas de matar las almas de los infantes. Pero los anabaptistas, descansando en la Palabra de Dios, no se preocupaban. Conrado Grebel escribió: Todos los niños que no han llegado a conocer la diferencia entre el bien y el mal, que no han comido del árbol de la ciencia, están completamente seguros y a salvo en la obra de Cristo.9

Menno Simons escribió: Los niños pequeños, especialmente los nacidos en hogares cristianos, tienen una promesa especial. Es una promesa dada a ellos por Dios, que no involucra ritos. Esa promesa les llega por la superabundante gracia de Dios, por medio de Cristo, quien dice: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos.” Esta promesa contenta y confirma a todos los santos acerca de sus hijos. Los padres cristianos tienen en sus corazones una fe segura en la gracia de Dios en relación con sus amados hijos. Ellos creen que sus hijos son hijos e hijas del reino. Ellos creen que sus hijos están bajo la gracia y tienen la promesa de la vida eterna, no por ninguna ceremonia, sino por Cristo. Todo el tiempo que sean niños, permanecen limpios, salvos, santos, y agradables ante Dios, sea que estén vivos o muertos. Los padres cristianos agradecen a Dios por Su amor para con sus hijos, y por ello los educan en los caminos piadosos. Los corrigen, castigan, enseñan, y amonestan. Les ejemplifican una vida irreprochable hasta que sus hijos sean capaces de oír por sí mismos la Palabra de Dios, para creerla y obedecerla. Entonces, y no antes, es el tiempo de que reciban el bautismo cristiano como Cristo y los apóstoles lo practicaron y enseñaron…

Si los niños mueren antes de llegar a la edad en la que ya pueden decidir entre el bien y el mal, antes de que lleguen a los años en que pueden poseer entendimiento y tener la fe, mueren bajo la promesa de Dios y eso, por ningún otro medio más que la generosa promesa de gracia dada a través de Jesucristo. (Lucas 18:16). Si llegan a la edad cuando pueden decidir por sí mismos y tener fe, entonces deben ser bautizados. Pero si no aceptan ni creen la Palabra de Dios al haber llegado a esa edad, no importa si son bautizados o no, serán condenados, como Cristo mismo lo enseña (Marcos 16:16).10

El bautismo infantil

“Simia Semper manet simia, etiamsi induatur purpura” (“un mono sigue siendo mono aunque lo vistas de púrpura”), escribió Menno Simons. “De la misma manera, el bautismo infantil permanece como una abominación horrida que hiede delante de Dios, no importa cuán finamente lo adornen los sabios de este mundo con pasajes tergiversados de la Santa Escritura.”11

Luego, en un tono más serio, añadió: Puesto que el verdadero bautismo cristiano conlleva tales promesas, entre ellas, la promesa de la remisión de pecados (Hechos 2:38, Marcos 16:16, 1ª Corintios 12:13, 1ª Pedro 3:21, Efesios 4:5), algunos quieren bautizar a sus hijos. Pero no se dan cuenta de que tales promesas son dadas sólo a aquellos que creen y obedecen la Palabra de Dios.12

Conrado Grebel escribió: Los bautizados están muertos a su vida vieja y se hallan circuncidados en sus corazones. Han muerto con Cristo al pecado, habiendo sido sepultados con Él y también resucitados en el bautismo… Aplicar tales cosas a los niños se hace sin y en contra de las Escrituras.13

¿Quién debe bautizar?

Aunque se bautizaban espontáneamente, los anabaptistas por lo general se esperaban hasta que la hermandad los enviara, antes de que ellos mismos bautizaran a otros. Pedro Rideman escribió: No es para todos el tomar o echarse la responsabilidad de enseñar y bautizar. Santiago dice: “No se esfuercen todos por ser maestros…” Por esta razón, uno no debe tomar y aceptar tal responsabilidad, a menos que haya sido apropiadamente escogido por Dios a través de su comunidad.1 4

El modo de bautismo

Los anabaptistas no escribieron acerca del modo de bautismo. Bautizaban por derramamiento o por inmersión, en ríos o en estanques y charcos, en las casas, cuevas, molinos, graneros, y bosques donde tenían servicios. Poco después de que Conrado Grebel bautizara a Wolf Ulimman por inmersión en el río Rin, Félix Manz bautizó a Hans Bruggbach en una casa en Zúrich, Suiza. Esta es la narración: Después de que Hans confesó sus pecados y pidió el bautismo, Jorge Blaurock le preguntó: “¿Deseas el bautismo?” a lo que Hans contestó: “Sí.” Entonces Félix

Manz preguntó: “¿Quién me impide que lo bautice?”

“Nadie,” respondió Jorge.

Entonces Félix Manz tomó una tinaja de metal (de la clase que se encuentran comúnmente en las cocinas suizas) y derramó el agua sobre la cabeza de Hans, diciendo: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.” 15

Los anabaptistas no veían conflicto alguno entre bautizar por inmersión y por derramamiento. Menno Simons, que sin duda bautizaba casi siempre por derramamiento, hablaba libremente acerca de “la sepultura en el bautismo.” Conrado Grebel, que bautizaba casi siempre por inmersión según el ejemplo de Cristo y de los apóstoles, escribió acerca de los apóstoles mismos: Después de eso, se les derramó el agua. Así como fueron limpios por el derramamiento del Espíritu Santo, así recibieron derramamiento de agua externamente, para ejemplificar su limpieza y muerte al pecado interna.16

Einverleibung

Cristo es la Cabeza del cuerpo de creyentes. Los anabaptistas creían que en el agua del bautismo llegamos a ser parte de ese cuerpo. Lo llamaban un Einverleibung, que literalmente se traduciría del alemán al español, como un entrar dentro de un cuerpo, en conexión con éste, volviéndose parte unos de otros, y en crecimiento mutuo unos dentro de otros. Ese cuerpo, ellos creían, es un solo cuerpo glorioso y universal, que se compone de todos los que incondicionalmente se han entregado a Cristo, su Cabeza.

Un escritor del Ausbund escribió: Aquellos de nosotros que hemos sido lavados con la Sangre de Cristo y hemos sido libertados del pecado, estamos unidos y atados en nuestros corazones. Ahora andamos en el Espíritu, que nos muestra el camino correcto, y reina en nosotros. El Espíritu controla nuestros cuerpos carnales que ahora están muertos. Y en Cristo nos volvemos miembros de su cuerpo (eingeleibt), y somos sepultados con Él por el bautismo para muerte. Ahora vivimos sólo para Él y guardamos sus mandamientos.17

Menno Simons escribió: Aquellos que oyen y creen la Palabra de Dios, son bautizados en un solo cuerpo. Tienen una buena conciencia. Reciben la remisión de pecados, se visten de Cristo, y llegan a ser parte del Cuerpo santísimo de Jesucristo… todos los que oyen el evangelio y creen en él, todos los que son vivificados por el Espíritu Santo dentro de ellos, no importa de que nacionalidad o lengua sean, frisianos, holandeses, alemanes, belgas, judíos, gentiles, hombres, mujeres, todos están bautizados en un cuerpo espiritual del cual Cristo es la Cabeza; esto es, están bautizados en la comunidad del Señor (Colosenses 1:18.)18

El arca de Noé y la comunidad del Señor

La historia del diluvio tenía un significado simbólico para los anabaptistas. Noé era Cristo. El arca era la comunidad de Cristo, y la puerta del arca era el bautismo. Jacobo de Keersgieter, quemado en la estaca en Brujas, Bélgica, escribió:

El bautismo debe ser recibido después de la fe como una sepultura del pecado, un lavamiento de la regeneración, un pacto de la vida cristiana, y un entrar al cuerpo de Cristo. Es un injerto en el verdadero árbol de olivo y viña de Cristo, una entrada al arca espiritual de Noé, que pertenece a Cristo.21

Después del bautismo los anabaptistas se hallaban a sí mismos dentro del Cuerpo de Cristo, compartiendo el pan juntos y compartiendo sus cosas materiales. Cualquiera que tomaba parte en esta vida del cuerpo, se mostraba e identificaba como un miembro del cuerpo, pero más allá de eso, la “membresía eclesiástica” no existía. Miles de convertidos eran bautizados en el movimiento anabaptista en reuniones con gente que jamás volvían a ver. Los creyentes (y sobre todo los siervos y mensajeros) se mudaban y movían de un lugar a otro continuamente, y congregaciones que en un culto tenían varios cientos de personas de asistencia, podían llegar a tener cincuenta o menos de asistencia en el próximo culto, y viceversa. Sólo en Moravia, al principio, las congregaciones llegaron a ser estables.

Allí vivían en Brüderhofe (lugares de morada comunitaria, usualmente en casas rentadas o en pueblitos), pero sus enseñanzas acerca del bautismo permanecieron igual. Mensajeros de la Brüderhofe todavía bautizaban convertidos espontáneamente adondequiera que iban, y sólo aquellos que se mudaban a Moravia llegaron a ser parte de congregaciones establecidas allí.

Bundesgenossen

Volviéndose parte los unos de los otros a través del bautismo en el cuerpo de Cristo, los anabaptistas se llamaban el uno al otro Bundesgenossen (compañeros del pacto). A esta enseñanza, Martín Lutero y los traductores de las primeras versiones de la Biblia en Dutch (Biestkens) hicieron una contribución. Ellos tradujeron 1ª Pedro 3:20-21 de esta manera: “Pocas personas, ocho en total, se salvaron por medio del agua, y esta agua simboliza el bautismo que ahora nos salva también, no como quitando la suciedad del cuerpo, sino como un pacto de una buena conciencia con Dios a través de la resurrección de Jesucristo.”

El bautismo visto como un pacto llevó a los anabaptistas dentro de una Bundesvereingung (sociedad del pacto) que los llevaba a decir como Jacob Kautz y Guillermo Reublin en una carta a un concilio del cantón de Estrasburgo en 1529:

Cuando el Dios misericordioso nos llamó por su gracia a su maravillosa luz, no rechazamos el mensaje celestial, sino que en nuestros corazones hicimos un pacto con Dios de servirle en santidad todos nuestros días… Entonces compartimos nuestro propósito con nuestros compañeros del pacto.

Peregrino Marpeck, un ingeniero de minas austriaco que llegó a ser siervo de la Palabra en el sur de Alemania, escribió un libro dirigido a “La Bundesvereingung (sociedad del pacto) Cristiana de todos los Verdaderos Creyentes.” Menno Simons dirigió su primer escrito anabaptista a “todos los verdaderos compañeros del pacto dispersos por todas partes.”

Lealtad de los anabaptistas

Un compromiso incondicional con Cristo, la Cabeza, resulta en una lealtad incondicional a los miembros de su cuerpo. Individualmente leales a Cristo, la Cabeza, los anabaptistas eran leales unos a otros en el cuerpo de Cristo. Además de esto, ellos no conocían lealtad a ninguna otra persona o cosa.

En una carta que me escribió un amigo, él mencionaba “el énfasis anabaptista en el discipulado corporativo.” Estaba parcialmente en lo correcto. Los anabaptistas hablaban acerca del discipulado corporativo, pero su énfasis era Cristo. Cristo era la atracción principal. Los anabaptistas eran leales sólo a Cristo, y a partir de eso, naturalmente crecía un discipulado corporativo y una lealtad mutua.

Los anabaptistas nunca escribieron acerca de la lealtad a la iglesia, lealtad a la hermandad, ni lealtad a los líderes ordenados por Dios. Ellos no hacían dos compromisos, uno con la Cabeza y uno con el Cuerpo. Su compromiso y entrega incondicional con Cristo, hacía condicionales el resto de sus compromisos.

La unidad, el amor y la comunión que resultaban del compromiso y devoción de los anabaptistas a la Palabra de Cristo (los evangelios), al Espíritu de Cristo (la convicción), y al cuerpo de Cristo siempre y cuando siguiera a Cristo, hicieron que sus enemigos sospecharan algo. Los católicos y protestantes empezaron a sospechar que los anabaptistas se juraban lealtad los unos a los otros con un juramento secreto y terrible. Pero cuando fue interrogado acerca de esto, Ambrosio Spittelmayr dijo:

No conozco otro compromiso que hagamos los unos a los otros más que el pacto que hacemos en el bautismo… Nos atamos y unimos a Dios para ser uno con Él en amor, espíritu, fe, y bautismo. Al mismo tiempo, Dios se une y compromete con nosotros, prometiendo quedarse con nosotros a través de nuestros tiempos de angustia, tristeza y ansiedad.22

Casados con Cristo

Leales a Cristo, los anabaptistas hablaban también acerca de estar “casados con Él.” En el bautismo se comprometían y entregaban, no con una denominación, sino con Cristo, como una novia se compromete con su novio en desposorio. Cuando sus compañeros creyentes seguían a Cristo, estaban dispuestos a apoyarlos; cuando no lo seguían, estaban comprometidos a oponérseles. Hans Bretz escribió: La fe viene por oír la predicación cristiana; luego cuando alguien cree, debe ser bautizado. El bautismo en Cristo es un pacto de una buena conciencia… la promesa de vivir, de este momento en adelante, dentro de la voluntad de Dios. Hacemos una promesa con Dios en el bautismo; promesa que estamos obligados a cumplir. Como una esposa está sujeta a su marido aquí en la tierra, así quedamos sujetos a Cristo cuando nos casamos con Él en el Bautismo.23

La “Sangre de Cristo carmesí como la rosa” era inenarrablemente preciosa para los anabaptistas. Los liberaba de la deuda de pecado que ellos no pudieron haber pagado. Pero la lógica les decía que Cristo, el que los había comprado, tenía el derecho de reclamarlos como sus siervos. Este compromiso absoluto con y entrega total a Cristo los guió…

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