La Santidad de los Anabaptistas

Como niña, Úrsula Hellrigl tuvo que dejar su hogar en el profundo valle del Inn. Viajando rápidamente a través de los bosques a lo largo de las montañas de Austria, ella finalmente llegó con sus padres a Auspitz, Moravia. Allí, apenas al llegar a la adolescencia, decidió seguir a Cristo y se unió a la comunidad por medio del bautismo. Cuando las familias de Auspitz tuvieron que huir, en 1535, Úrsula y una compañía de refugiados cayeron en manos de las autoridades en Passau, Baviera. Ella tenía apenas quince años.

Úrsula resistió fielmente y con perseverancia las torturas por medio de las cuales las autoridades querían hacerla volver atrás. Aunque raramente lo divisaba, ella sabía que el joven al que ella admiraba, el “animoso y agudo” Hans Fuchs, que había viajado con el grupo de Moravia, también estaba en la prisión. Él tenía dieciséis años de edad. Pero lo enviaron a Venecia como esclavo galeote y a ella la transfirieron al oscuro castillo de Vellenberg, sobre la ciudad de Innsbruck, Austria.

Úrsula se hallaba apesadumbrada, nostálgica y solitaria. Su madre había muerto en la prisión, y dos hermanos mayores de ella también estaban encarcelados, pero no sabía en dónde. Luego, después de cinco años de un miserable confinamiento, ella supo que había otro anabaptista en el castillo. Las autoridades austriacas habían echado a Jorge Liebich, un mensajero anabaptista, en la mazmorra de Vellenberg después de haberlo aprehendido mientras que predicaba en el Valle del Inn. La gente decía que el lugar estaba embrujado y que en varias ocasiones apariciones malvadas se veían en la celda. El diablo lo tentaba de manera visible. Pero después de que Jorge había sufrido meses de agonía mental y física, el señor del castillo de pronto lo puso en una habitación muy cómoda y le dio muy buena comida. Luego trajeron a Úrsula a la misma habitación y le encadenaron uno de los pies de ella a uno de los pies de él.

Entonces los dejaron solos día tras día. Gaspar Braitmichel escribió: Lo que el diablo y sus hijos querían ver es muy evidente. Pero ellos se conservaron puros y en el temor de Dios. No se dejaron ser arrastrados por la tentación.1 Tanto Jorge como Úrsula pasaron su tiempo con Cristo. Al pasar los largos días, Úrsula escribió un canto: Padre Eterno en los cielos, clamo a Ti desde mi más íntimo ser. No me dejes abandonarte, mas guárdame en tu verdad hasta el final. Oh, Dios, guarda mi corazón y mi boca. Vigílame cada hora. No me dejes abandonarte por causa de la angustia, el temor, o el dolor… aquí estoy en cadenas, esperando en Ti, con un gran anhelo (mit sehr gro?em Verlangen) de llegar al momento cuando me libertarás. 2

La esperanza y la santidad

Las autoridad e s católico roman a s de Vellenberg, conociendo la natur alez a human a , esper ab a n ver a Jorge Liebich y a Úrsula Hellrigl caer en pecado. Pero no ent endí an el gran des eo que ellos tenían de ver a Cristo, y cómo ese des eo los purificaba así como Cristo es puro. Menno Simons escribió: La Palabra de Dios está sacudiendo los países alemanes con sus enseñanzas. El dedo de Dios puede sentirse en este momento mientras que la Palabra se vuelve cada día más poderosa y clara. Los soberbios se humillan. Los avaros aprenden a compartir. Los borrachos se vuelven sobrios. Los inmorales se vuelven puros. Los hombres temen pensar o hacer algo contrario a la voluntad de Dios.3

Luces resplandecientes

“Anden como es digno del Señor y del evangelio,” escribió Menno Simons. “Hagan lo que Dios les pida, sin quejarse. Actúen de tal manera que nadie pueda acusarlos teniendo razón. Sean sinceros. Sean irreprensibles en medio de esta torcida y perversa generación. Brillen como luces hermosas, como antorchas en la noche oscura de este mundo malo.”4

Hans Denck escribió en 1525: Toda incredulidad es pecado… Sólo cuando la ley ha hecho su obra en nosotros y dejamos de buscar nuestro propio bien, es cuando el evangelio halla cabida en nuestros corazones. Recibimos la fe por oír el evangelio. Donde hay fe, no hay pecado. Donde no hay pecado, allí mora la justicia de Dios. La justicia de Dios es Dios mismo. El pecado es lo único que es contrario a Dios. Todos los creyentes fueron en algún tiempo incrédulos. Para llegar a ser creyentes, su viejo hombre tuvo que morir. Tuvieron que dejar de vivir para sí mismos (como hacían en su incredulidad) y tuvieron que dejar que Dios empezara a vivir en ellos en la Persona de Cristo. Tuvieron que dejar de vivir de una manera carnal y empezar a vivir de una manera celestial.5

Los líderes anabaptistas que se reunieron en Schlatten, Suiza, claramente hicieron una gran distinción entre las obras de las tinieblas y las obras de la luz:

Todo lo que no sea de Dios no pueden ser más que abominaciones de las que debemos huir. Aquí nos referimos a todas las actividades de los católicos y protestantes, como sus servicios de adoración, sus reuniones públicas, la política, los juramentos, las casas de beber… De todas estas cosas nos debemos separar… Tampoco usaremos las armas no cristianas como espadas y armadura, porque Cristo dijo: “No resistáis al que es malo.”6

La pureza de lso anabaptistas

Menno Simons escribió: Sabemos que el que teme al Señor es honesto, casto y sobrio. Nunca beberá, hablará, cantará, ni danzará con mujeres frívolas…7

Velen y guarden una vigilancia estricta sobre ustedes mismos, tanto interna como externamente. Cuiden, enseñen, purifiquen, adviertan y disciplinen sus corazones con la Palabra de Dios. Subyuguen y disciernan sus malos deseos en el temor del Señor, porque bienaventurados son los de limpio corazón.

Así como hay muchos hombres perversos que violan a las pobres y sencillas mujeres, también por otro lado hay mujeres y jovencitas desvergonzadas. Muchas veces, ellas son la razón de que tal desgracia sea buscada y practicada con ellas. Aunque no sean culpables de la acción, son culpables de tener mucho que ver con y estar en compañía de varones. Por causa de su cantar, bailar, beber, besar, arreglarse embelleciéndose con esmero, flirtear, y concertar citas de manera tan atrevida, encienden el fuego de las pasiones bajas, pasiones que continúan hasta que llegan a ser consumadas.8

La educación y la santidad de los anabaptistas

La gente preparada y letrada se burlaba de los anabaptistas por seguir a hombres sin educación formal. Pero estaban equivocados. Muchos de los primeros líderes anabaptistas habían estudiado en las mejores universidades de Europa del norte, e incluso aquellos de origen humilde, pronto llegaron a ser hombres muy “preparados” en las Santas Escrituras. Félix Manz leía e interpretaba el Antiguo Testamento Hebreo a un grupo de estudio bíblico en su casa. Conrado Grebel, escribiéndole a su cuñado y ex maestro, el Dr. Joacim von Watt (Vadián), le comentó acerca de la clase bíblica que él presidía, en la cual estaban estudiando el evangelio de Mateo en griego. Un poema escrito por Conrado Grebel en latín aparece en un libro publicado por Ulrico Zwinglio. Aunque los anabaptistas desaprobaban mucho de lo que ocurre en las universidades, de ninguna manera desaprobaban la educación. Los niños aprendían a leer bien y bastante. Menno Simons, que escribió bastante tanto en dutch como en latín, escribió:

Nunca he desdeñado la educación, ni el dominio absoluto de los idiomas. De hecho lo he honrado y anhelado desde mi juventud. Desafortunadamente no he logrado lo que deseaba. No estoy tan falto de sentido común como para desdeñar el conocimiento de los idiomas (el hebreo y el griego) por medio de los cuales la Preciosa Palabra de la Gracia nos ha llegado. Más bien, desearía que yo y todos los piadosos conociéramos esas lenguas, siempre y cuando las usáramos en humildad genuina sólo para la gloria de Dios y para el servicio de nuestros semejantes.9

La educación, para los anabaptistas, incluía el aprendizaje de las cosas espirituales y de los hechos elementales. Aprendieron a no exaltarse sobre los demás, sino a usar lo que sabían para el bien de los demás. Especialmente en Moravia, la educación de los niños llegó a ser una obra muy importante en la comunidad del Señor.

La ética de un amor desinteresado de los anabaptistas

Los anabaptistas, siguiendo a Cristo, vivían para otros. Hans Leupold, decapitado en 1527 en Augsburgo, dijo: Si sabemos que alguien se halla en necesidad, sea miembro de nuestra comunidad o no, creemos que es nuestra tarea, por amor a Dios, ayudarle.10

Hablando acerca de las iglesias estatales, Menno Simons escribió: Esta gente se jacta de ser cristianos verdaderos a pesar de que han perdido totalmente la marca del verdadero cristianismo. Muchos están saciados de todo. Usan ropa cara, elegante y a la moda. Decoran sus casas con muebles muy caros. Tienen dinero y viven con lujos. Pero dejan mendigar a sus propios miembros, los que han sido bautizados por ellos y que participan del mismo pan que ellos. Dejan que los pobres, los hambrientos, los sufrientes, los ancianos, los cojos, los ciegos y los enfermos, mendiguen por su pan.11

Un protestante que asistió a un culto anabaptista cerca de Estrasburgo en 1557, reportó cuáles eran algunas de las preguntas que se les hacían a los convertidos que iban a ser bautizados. Entre ellas, se hallaban las siguientes:

¿Estás dispuesto, si fuese necesario, a dar todas tus posesiones para el servicio de los hermanos? ¿Prometes no fallarle a ningún hermano que esté en necesidad si eres capaz de ayudarlo?12

Para muchos anabaptistas la evidencia de un amor desinteresado era la libertad para privarse de la propiedad privada en comunidad de bienes.

La ética en el negocio

Conrado Grebel se oponía de manera especial y fuerte en contra de que un cristiano aplicara intereses en un préstamo. Él y la mayoría de los anabaptistas enseñaban que cargar interés era del diablo y no creían que un cristiano puidera ser banquero, ministro o director de finanzas, ni dueño de un negocio muy grande.

Pedro Rideman escribió: No permitimos que nadie de nosotros trabaje como comerciante porque es pecaminoso. El hombre sabio dice: “Es casi imposible para un mercader o comerciante guardarse del pecado. Como un clavo se adhiere entre la puerta y la bisagra, así el pecado se encuentre entre el comprar y el vender.” Por lo tanto no permitimos que compren sólo para vender a un precio mucho más alto, como hacen los comerciantes. Pero comprar lo que es necesario para las necesidades de nuestra casa o trabajo, para usarlo y luego vender lo que uno produce, consideramos bueno y correcto.13

La santidad en la vida cotidiana

Ya por mil años la iglesia de la Edad Oscura había enseñado que sólo unos pocos (los “religiosos”) podían vivir una vida más o menos santa, pero que la gran mayoría de los cristianos (los “laicos”) se hallaban bajo la necesidad de vivir en pecado. Un estilo de vida verdaderamente santo era aparentemente característico de las órdenes religiosas, pero fuera de ellas no podía ni exigirse ni esperarse. Los reformadores lo vieron de manera diferente. Se deshicieron de los monasterios y de las órdenes religiosas y se deseaba (como un ideal casi inalcanzable) que todos los hombres vivieran de manera justa... y así era… aunque sólo en el Día del Señor. Pero para los anabaptistas, la santidad no se limitaba ni a tiempo ni a lugar. En contacto con el Señor Jesús, vivían siempre para agradarle todo el día y todos los días de la semana. Por esta razón el guardar un “Sabbath,” ya fuera el sábado o el domingo, no tenía para ellos ninguna relevancia ni significado. Mang Karger, convertido en el valle del río Moos de Austria (ahora al norte de Italia) testificó ante la corte católica romana en 1529:

En el principio Dios hizo la tierra en seis días, luego descansó en el día séptimo. De allí viene el guardar el Día del Señor, y yo hasta allí lo dejo. Las Escrituras no nos prohíben trabajar en domingo y no es un pecado, pero uno debe celebrarlo santo, a diferencia de los sacerdotes, que el domingo por la mañana están en idolatrías, y por la tarde en adulterios.14

Ágata Campnerin, también interrogada en 1529, dijo: Acerca de observar días especiales, no hay un día más santo que los demás. El domingo sólo es el día que sirve para reunirnos, predicar el evangelio, y dialogar acerca de él. Pero la gente lo usa mal y se la pasa haciendo las obras del diablo.15 Wolfgang von Moos, testificando en la ciudad austriaca de Vill, sencillamente dijo que él no creía nada acerca de guardar fiestas es- peciales, sábados, domingos, ni días santos, más que lo que está escrito en el Nuevo Testamento.

La santidad puesta a prueba

Jesús advirtió a sus discípulos en contra de hacer sus buenas obras de justicia con la intención de ser vistos por los hombres. Al mismo tiempo les dijo que hicieran buenas obras para que los otros las vieran y glorificaran a Dios. Los anabaptistas, enfrentando ambos desafíos, provocaron observaciones inusuales de parte de sus enemigos.

Ulrico Zwinglio, después de llamar a los anabaptistas “satanas in angelos lucis conversos” (diablos transformados en ángeles de luz), escribió en 1527:

Su vida y conducta parece a primera impresión irreprochable, pía, atractiva, modesta; sí, por encima de este mundo. Incluso aquellos que son bastante críticos con ellos, dirán que sus vidas son excelentes.16 Un pastor reformado de Appenzell, Suiza, dijo: Los anabaptistas son los que al principio habían sido nuestros mejores propagadores de la Palabra de Dios.17

Otros predicadores reformados del cantón de Bern, informaron a la corte suiza en 1532:

Los anabaptistas tienen la semblanza de una piedad externa a un grado mucho más alto que nosotros y que todas las iglesias que confiesan a Cristo con nosotros. Evitan todos los pecados que son bastante comunes entre nosotros.

Estos hechos perturbaron bastante a Enrique Bullinger, un líder de la iglesia reformada suiza. Escribió varios libros en contra de “la chusma desvergonzada” (los anabaptistas). En uno dijo: Aquellos que se unen con ellos serán recibidos en su iglesia por medio de ser rebautizados para arrepentimiento y novedad de vida. Después de eso, llevan vidas bajo la semblanza de una conducta espiritual humilde. Denuncian la avaricia, el orgullo, la profanidad, la conversación leudada, y la inmoralidad del mundo. Evitan el beber y la glotonería. En resumen, su hipocresía es grande y diversa. 19

El sacerdote jesuita Cristóbal Andrés Fischer, líder de la contrarreforma en Austria, habló así acerca de los anabaptistas: Se llaman unos a otros hermanos y hermanas. No usan habla profana ni áspera. No juran ni llevan armas. Al principio, ni siquiera llevaban cuchillos. Son modestos en el comer y en el beber. No usan ropa elegante ni a la moda. No van a pelearse ante los magistrados, sino que sufren todos los agravios que se les hacen con una paciencia increíble de ensueño.20

En 1582, Franz Agrícola, un teólogo católico romano de la provincia de Limburgo, escribió en su libro Contra la terrible secta anabaptista:

Entre las sectas heréticas existentes, no hay ninguna otra que en apariencia lleve una vida más piadosa y modesta que la de los anabaptistas. Son irreprensibles en su vida pública. No dicen mentiras. No engañan, ni juran, ni pele- an, ni hablan ásperamente. Evitan la intemperancia en el comer y en el beber. No se encuentra entre ellos ninguna ostentación o presunción, sino sólo humildad, paciencia, justicia, orden, sencillez, honestidad, templanza y sinceridad ¡en tal medida que uno llega a suponer que tuvieran al Espíritu Santo de Dios!21 Siguiendo a Cristo en un modo de vida santo, los anabaptistas avanzaron…

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