GRACIA

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente. Tito 2:11-12

Los ministros de la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo, hablaron referente al arrepentimiento. Sí, y el Señor del universo mismo habló del arrepentimiento con un juramento: Vivo yo, dice el Señor, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se arrepienta. Clemente de Roma (30-100 d.C.)

Que ninguno les engañe… Pero observen bien a los que sostienen doctrina extraña respecto a la gracia de Jesucristo que vino a ustedes, pues éstos son contrarios a la mente de Dios. No les importa el amor, ni la viuda, ni el huérfano, ni el afligido, ni el preso, ni el hambriento o el sediento. Ignacio (105 d.C.)

(Los mártires) prestando atención a la gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo, comprando al costo de una hora el ser librados de un castigo eterno. Martirio de Policarpo (135 d.C.)

Hemos sido enseñados. . . que si los hombres por sus obras se muestran dignos de su gracia, son tenidos por dignos de reinar con Cristo en su reino, habiendo sido liberados de la corrupción y los sufrimientos. Justino Mártir (160 d.C.)

Porque nosotros, que vivíamos entre fornicaciones y, sencillamente, en toda clase de sucias acciones, con ayuda de la gracia que de nuestro Jesús nos ha venido por voluntad de su Padre, nos hemos despojado de todas las impurezas de que estábamos revestidos. Justino Mártir (160 d.C.)

La gracia de Dios nos ayudó contra el demonio (haciendo alusión a los sufrimientos de los mártires); ella fortaleció a los más débiles y les hizo fuertes como columnas, que resistieron a todos los empujes del enemigo. Éstos, sorprendidos repentinamente, soportaron toda suerte de ultrajes y tormentos que a otros hubieran parecido demasiado largos y dolorosos, pero a ellos les perecían ligeros y suaves: tal era su deseo de unirse con Cristo. Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)

Dios… con toda bondad otorga la luz de la incorrupción a aquellos que la buscan; en cambio aparta de sí a quienes la desprecian y rechazan, huyendo por su cuenta y cegándose. Ireneo (180 d.C.)

Un hombre que trabaja solo para libertarse de sus deseos pecaminosos nada logra. Pero si él manifiesta su afán y su deseo ardiente de eso, lo alcanza por el poder de Dios. Dios colabora con los que anhelan su ayuda. Pero si pierden su anhelo, el Espíritu de Dios también se restringe. Salvar al que no tiene voluntad es un acto de obligación, pero salvar al que sí tiene voluntad es un acto de gracia. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Esta obra (el bautismo) a veces se llama gracia; otras veces, iluminación, perfección, o lavamiento. Es el lavamiento por el cual nos limpiamos de nuestros pecados; la gracia por la cual la condenación de nuestros pecados se cancela; y la iluminación por la cual vemos la santa luz de la salvación, esto es, por medio de la cual vemos a Dios claramente. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Hay personas que actúan como si Dios estuviera bajo obligación de brindar sus dones aun a aquellos que no son dignos de ellos. Convierten la gracia de Dios en una esclavitud… Porque después, ¿no caen muchos de la gracia de Dios? ¿No se les quita el don que habían recibido? Tertuliano (197 d.C.)

Debemos tener el temor de perder la inocencia, para que el Señor, que por su misericordia infundió la gracia en nuestras almas, permanezca complacido por nuestras buenas obras en nuestro espíritu, como en su morada, no sea que la seguridad concedida nos haga descuidados y se introduzca de nuevo el antiguo enemigo. Cipriano (250 d.C.)

Lo que enseñaron los herejes en cuanto a la gracia

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. Judas 4

Por eso quienes creían en Simón y Elena (los herejes) no debían preocuparse mucho de ellos (sus maestros falsos) ni poner en ellos su esperanza; sino, como hombres libres, podían hacer lo que quisieran; porque lo que salva a los hombres sería la gracia que él les concedía, y no las obras buenas. También enseñaba que no había obras buenas por naturaleza. Ireneo (180 d.C.)

VER TAMBIÉN SALVACIÓN

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