La modestia de los anabaptistas

“¿Serán monjas?” pregunta la anciana en el puesto de fruta, en voz baja, teniendo su atención fija en dos señoritas que vienen de la calle adoquinada. “No,” responde su nieta con una sonrisa. “Son Patricia Ramírez y Elena Chávez. Se han unido a los menonitas.” Las torres gemelas de la iglesia de San Francisco de Borja producen grandes sombras frente a la plaza. Las dos señoritas con velos blancos colgantes, faldas modestas, y bolsas de mandado en sus manos, caminan por el pueblo. Nuevos cristianos en México, casi a fines del siglo veinte, y se encuentran en una situación antiquísima: anabaptistas en un pueblo católico romano. “¡Qué lindo!” dice la ancianita en su puesto de fruta. “Cuando yo era joven, todos se vestían así.”

Ropa sencilla de los anabaptistas

Los que siguen a Cristo usan ropa sencilla. Pedro Rideman escribió: Puesto que su ciudadanía está en los cielos, los cristianos usan las joyas celestiales. Es igual que el mundo. La gente mundana, sin importar dónde viva, trata de vestirse tanto como puede de acuerdo a las costumbres de la tierra. Hacen eso para agradar al mundo. ¡Cuánto más los cristianos deben observar e imitar los caminos y las maneras de la tierra la que pertenecen: el cielo! ¡Cuánto más deben de vestirse conforme a la costumbre del cielo, para agradar a Dios! Así los cristianos se olvidan de cualquier otro adorno, a fin de obtener la joya de la piedad. Aquellos que desean esta joya son adornados por Dios con virtudes santas. Las virtudes santas se ven mucho mejor que cadenas de oro alrededor de sus cuellos. Los que reconocen esto se olvidan acerca de las perlas, la seda y el oro.1

Menno Simons escribió: Las Escrituras dicen que el justo vivirá por su fe, y que el buen árbol da buenos frutos. Sabemos que una persona humilde nunca se vestirá con joyas ni con vestidos costosos… Esa persona conoce a Dios y a su Palabra. Su temor y amor a Dios le impiden hacer tales cosas.2 Luego, hablando acerca de las iglesias estatales, escribió: Dicen que creen, pero no hay límites para su maldita altivez, orgullo, y pompas ridículas. Se visten de seda y de terciopelo. Usan ropa costosa. Llevan anillos de oro, cadenas, cinturones de plata, alfileres, collares, cuellos, botones, cubrimientos, zapatos de terciopelo, delantales, zapatillas, y quién sabe qué tanto atavío fino igualmente ridículo. Nunca se detienen a pensar que Pedro y Pablo prohíben todo esto a las mujeres cristianas. Y si se prohíbe a las mujeres, ¡cuánto más a los varones, quienes son los líderes y cabezas de ellas!

Todos entre ellos son dueños de mucha ropa fina, según les alcanza, y a veces más que eso. Todos quieren superar al resto en su maldita tontería. No recuerdan que está escrito: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo…” (1ª Juan 2:15-17).3

Ropa práctica de los anabaptistas

Los anabaptistas, siguiendo a Cristo, evitaron los extremos en los estilos de vestir. Evitaron la ropa impráctica e incómoda. Pero no diseñaron nuevos atavíos distintivos. Los mensajeros Veit Grün- berger y Veit Schelch, enviados por la hermandad de Moravia, son un ejemplo entre muchos.

Viajando por Waldt en Pintzgau, al norte de Austria, la gente sospechó que eran anabaptistas. Pero la gente del pueblo no tenía manera alguna de estar seguros de que sí lo eran, sino hasta que los siguieron a su hotel y los observaron al recibir sus alimentos. Tan pronto como los hermanos inclinaron sus rostros para orar, se oyó el grito: “¡Anabaptistas!” que inmediatamente llegó a oídos del agente policiaco, y los hermanos fueron arrestados y puestos en cadenas. Una descripción que la corte dio de Felipe Plener, anciano de la comunidad anabaptista de Auspitz, Moravia, lo describe como un varón que llevaba una chaqueta gris de montar con mangas azules, una boina negra y pantalones de vestir color rojo claro. Esto concuerda con la práctica anabaptista de usar ropa holgada, “de acuerdo con las maneras de la tierra.” Los varones por lo general usaban pantalones ceñidos a la cintura con una cuerda, faja o cinturón. Las mujeres, señoritas y niñas, incluso las niñas pequeñas, usaban velos sobre sus cabezas.

Los hombres anabaptistas consideraban que el rasurarse era una perversión. Cuando Albrecht, señor del Castillo de Waldstein, Moravia, recibió a los mensajeros anabaptistas de la hermandad de Wätzenobitz, y “en gran perversidad cortó sus barbas,” toda la hermandad sufrió su desgracia. Ya en los 1520s, Tomás Munzter enseñaba que dejarse la barba era parte de seguir a Cristo. Los líderes de Estrasburgo en 1568 prohibieron el arreglarse la barba según las costumbres mundanas. Hans Betz de Znaim, Moravia, le llamó a la afeitada de la barba como la practicaban tanto los sacerdotes católicos como los reformadores protestantes, una “señal segura del anticristo.” Johannes Kessler de Sankt Gallen, Suiza, describió así a los anabaptistas en los 1520s:

Evitan a toda costa la ropa costosa y desprecian la comida y bebida costosas. Se visten con ropa burda…Toda su manera de vida es completamente humilde. No usan ningún arma, ni espada ni daga, sino sólo un pequeño cuchillo para cortar el pan.5

Ropa modesta de los anabaptistas

Puesto que los anabaptistas no seguían los estilos del mundo, eventualmente llegaron a diferenciarse o sobresalir algo. Thieleman J. van Braght comparó las modas del mundo con las fases cambiantes de la luna. Un anabaptista escribió lo siguiente, al describir la vida de una hermandad en Moravia:

La danza, el juego y el beber no se deben ver entre nosotros. No se usa ninguna ropa inmodesta, ni a la moda o estilo del mundo, ni cortes de cabello extraordinarios de lujo… pero el que deja lo bueno y regresa al mundo… el que vuelve a aparecer con un collar de moda alrededor de su cuello, con pantalones a la moda y atavíos a cuadros, instantáneamente vuelve a ser popular entre los pecadores… La gente del mundo lo elogia por haber abandonado la hermandad y volverse un “verdadero cristiano.”6

Los líderes anabaptistas que se reunieron en Estrasburgo en 1568, escribieron:

Los sastres y costureras se adherirán a las costumbres más sencillas y modestas de la tierra en cuanto a la ropa. No harán nada nuevo por causa del orgullo.7

Pedro Rideman escribió: Servimos a nuestro prójimo con toda diligencia, haciendo toda clase de cosas para satisfacer sus necesidades. Pero lo que sirve al orgullo, los estilos mundanos, y a la vanidad, como las trenzas muy elaboradas, los diseños florales, los bordados, etc., no hacemos para ningún hombre. Queremos conservar nuestras conciencias sin mancha delante de Dios.8

Los nuevos cristianos ingresaban al movimiento anabaptistas de todos los caminos y maneras de vivir. Entraban por cientos y por miles. No hubiera sido ni posible ni práctico meterlos a todos en una forma de vestir estandarizada. Pero la hermandad sí dio direcciones prácticas.

Pedro Rideman escribió: La persona que apenas viene del mundo no peca cuando usa su ropa luego de haber venido al conocimiento de la verdad. Pero debe evitar el usar mal su atuendo convencional y no debe permitir que le impida encontrar el adorno divino. Si le estorba, le sería mejor quemar en fuego toda su ropa antes que seguir usándola… No permitimos a nuestros hermanos y hermanas hacer o comprar ropas al estilo del mundo. Satanás nos puede traicionar otra vez.9

La modestia y la convicción de los anabaptistas

Convencidos internamente de vestirse modestamente, los anabaptistas de todas las formas de vida se vestían como campesinos comunes. En una reunión en Köln am Rhein en 1591, algunos de los líderes advirtieron en contra de “usar ropa lujosa, que habla más de los estilos del mundo que de la humildad cristiana.” Pero concluyeron al mismo tiempo que “es imposible prescribir para cada individuo lo que deberá de usar.”10

Al principio, los anabaptistas no regularon el vestir ni prescribieron patrones de vestir específicos. De hecho, cuando tales reglas y regulaciones aparecieron por primera vez entre los grupos de contexto anabaptista (los menonitas y amish), muchos líderes hicieron advertencias en contra de ello.

Gerrit Roosen, autor de la confesión de fe de los anabaptistas del norte de Alemania y de Christliches Gemüthsgespräch, era un líder entre los anabaptistas europeos en el siglo diecisiete. El 21 de diciembre de 1697, escribió:

Realmente lamento mucho que hayan sido turbados por gente que se exalta a sí misma y que hace reglas acerca de cosas que no están claramente definidas en el evangelio. Si los apóstoles nos hubieran dicho exactamente cómo y con qué se debe de vestir el creyente, entonces tendríamos una base sobre la cual operar. Pero no nos atrevemos a contradecir el evangelio obligando o forzando las consciencias de los hombres en cuestiones de un cierto estilo específico de sombrero, zapatos, cortes de cabello, medias, o ropa en general. Las cosas se hacen de manera diferente en cada país. No nos atrevemos a excomulgar a la gente sólo porque no se alinean a nuestras costumbres. No nos atrevemos a echarlos de la iglesia como levadura pecaminosa, cuando ni Jesús ni los apóstoles nos pusieron ataduras en cuestiones de formas externas. Ni Jesús ni los apóstoles hicieron leyes o reglas acerca de tales cosas. Más bien, Pablo dice en Colosenses 2 que no heredaremos el reino de los cielos por medio de comida o bebida. Ni lo heredaremos por medio de la forma de nuestra ropa.

Jesús no nos ató en estas cuestiones externas. ¿Por qué nuestro amigo Jacob Amán se atreve a hacer reglas y luego a excluir a aquellos que no las guardan? Si se considera un siervo del evangelio pero quiere vivir por la letra de la ley externa, entonces no debería de tener dos abrigos. No debería llevar dinero en su bolsa ni zapatos en sus pies. Si no vive de acuerdo con la letra de la ley de Jesús, ¿cómo es que obliga a otros a vivir según la letra de sus propias leyes? ¡Oh, que siguiera a Pablo, que temía a Dios, que trataba a la gente muy amablemente y que soportaba dolor para no ofender ni ser piedra de tropiezo a la consciencia de los débiles…! Pablo no escribió ni una sola palabra acerca de las formas externas de vestir. Pero sí nos enseñó a conformarnos a los de baja condición e imitar solamente lo que es honorable. Debemos de hacer eso dentro de la manera de la tierra en la que vivimos. Debemos evitar los estilos y la mundanalidad orgullosa (1ª Juan 2). No debemos de apresurarnos a cambiar nuestra forma de vestir para conformarla al mundo. La moda sí merece reprensión. Los nuevos artículos no deben de ser aceptados a menos que sean la práctica común en la tierra en la que vivimos, y eso, sólo si encajan con la humildad, modestia y santidad cristianas.

Yo no camino en los deseos de los ojos ni en la mundanalidad. Toda mi vida me he adherido a un solo estilo de vestir. Pero suponiendo que me vistiera ligeramente diferente, según la costumbre de otra tierra, ¿sería entonces excomulgado? Eso sería ilógico y en contra de las Escrituras. Las Escrituras deben ser nuestra guía. No nos atrevemos a adelantarnos a ellas. Debemos seguirlas, no con ligereza, sino con cuidado y con temor. Es peligroso ponernos en el lugar de juicio de Dios y atar en la tierra lo que no se ha atado en los cielos.11 No en extremos de reglas, ni tampoco siguiendo las modas mundanas, sino vestidos modestamente, los anabaptistas siguieron a Cristo también teniendo…

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