Un anabaptista colgado de su pulgar

El sol brilla sobre Klundert y planicies verdes de tierras bajas yacen allí llanas, tan lejos como el ojo puede ver. Los turistas que visitan Klundert sacan fotos de los campos de flores y vegetales. Las nubes grises se levantan presagiando una tormenta, haciendo que las hileras de álamos a lo largo del canal de Noord Brabant luzcan pequeñas. Los grandes canales cruzan las trémulas planicies, hasta que se pierden en el paisaje donde la tierra y el cielo se encuentran con el mar. “Nos gusta la paz de Noord Brabant,” dicen los turistas, “Le hace bien al corazón.”

Pero hay muchas cosas que no saben los turistas. Klundert, una ordenada aldea holandesa en Noord Brabant, yace sobre sangre. La sangre de los anabaptistas fue derramada aquí. Los anabaptistas se reunieron en Klundert por toda la mitad del siglo dieciséis. Venían furtivamente de las ciudades cercanas, para reunirse en secreto en los campos. Algunas veces se reunieron en las casas de Elsken Deeken o de Jan Peetersz, un siervo de la Palabra. El 5 de Agosto de 1571, cerca de cien anabaptistas se reunieron en casa de los Peetersz en Klundert. Algunos llegaron de Haarlem, otros de Leuden, y muchos de otros pueblos no muy lejanos. Durante el culto se iba a casar una pareja de jóvenes, pero no llegaron a hacerlo.

El magistrado del pueblo con su asistente estaba sentado en la casa de Gerrit Vorster, bebiendo. Alguien les dijo acerca de la reunión anabaptista. Él dijo: “¡Vamos a extirpar ese nido y librarnos de ellos de una vez por todas!” Envió dos veces a uno de sus hombres para escuchar lo que ocurría en la casa de Peetersz. “Pedro el Justo”, un sastre, vivía en la parte delantera de la casa. Jan Peetersz vivía en la parte trasera, donde se reunía la gente. Después de las nueve en punto, los espías encontraron la reunión mientras ésta se llevaba a cabo. Oyeron a alguien predicando y vieron las luces de muchas velas en la habitación. Entonces el magistrado con sus hombres, bien armados con pistolas, lanzas, hachas, espadas y otras armas, irrumpieron en la reunión, entrando inmediatamente por todas las puertas. Aprehendieron (a los hermanos) a diestra y a siniestra. Pero la mayoría de los anabaptistas, listos para tal emergencia, escaparon por un hoyo que había en el techo, subiendo las escaleras, o por la parte trasera, a través de un vestíbulo y de aberturas en la pared.

Cuando la redada se hubo terminado, los hombres del magistrado agarraron a seis varones y varias mujeres: Pedro el sastre, Geleyn Cornelis de Middleharnis, cerca de Somerdijk, Arent Block de Zevenbergen, Cornelis de Gyselaar, y un jovencito de dieciséis o diecisiete años que trabajaba para el sastre Pedro el Justo. Fueron llevados a la casa de Gerrit Vorsters, donde escaparon las mujeres. Esposaron a los hombres y los mantuvieron bajo vigilancia. La mañana siguiente, Miguel Gerrits, tío de Cornelis de Gyselaar, vino a verlo. También anabaptista, Miguel vino a animar a Cornelis a pararse por Cristo, sin importar lo que ocurriera. El magistrado apresó a Miguel también.

Confiscaron la propiedad de los prisioneros, por lo que sus esposas huyeron de Klundert sin nada. Llamaron al profesor de la escuela para disputar con los prisioneros. Él escribió un reporte que decía: “No bautizan infantes. No pueden creer que Cristo tenía carne y sangre de María, y se consideran como la pequeña manada y los únicos elegidos de Dios. Pero sus vidas son mejores que las vidas de muchos. Crían a sus hijos en mejor disciplina y temor de Dios que muchas otras personas. Sus hijos en la escuela son mejores estudiantes y aprenden mejor que el resto.”

El magistrado mantuvo a los prisioneros en la casa de Gerrit Vorster hasta el mediodía del 7 de Agosto de 1571. Luego los llevó a Breda para ser torturados. Pedro el Justo, el sastre, negó la fe, así que solamente lo decapitaron. El resto, incluido su trabajador adolescente, permaneció firme. A uno le ataron las manos a la espalda para quedar suspendido de ellas y lo azotaron. Otro fue estirado en el potro hasta el máximo grado. En esta condición impotente, le mantuvieron la boca abierta mientras que orinaban sobre ella y sobre su cuerpo. Pero Geleyn Cornelis fue al que trataron peor. Lo desnudaron y lo colgaron de su pulgar derecho con un peso colgando de su pie izquierdo. Luego chamuscaron su cabello y su vello corporal, quemándole en lugares sensibles con velas, y lo golpearon. Finalmente, cansados de golpearlo, se sentaron a jugar baraja. Jugaron por más o menos una hora mientras que Geleyn colgaba de su pulgar, ahora inconsciente, hasta que el comisionado del Duque de Alba dijo: “Tómenlo otra vez. ¡El debe decirnos algo! Un becerro ahogado es un riesgo muy pequeño.” Al principio, pensaron que Geleyn ya estaba muerto. Lo sacudieron hasta que revivió, pero no se retractó.

Primero quemaron a Geleyn Cornelis, a Jan Peetersz, y al jovencito. El viento soplaba en contra y ahuyentaba las llamas de la estaca de Geleyn, así que el verdugo tuvo que empujar y sostener su cuerpo en las llamas con una especie de tenedor. Cuando llevaron a Cornelis de Gyselaar y a Arent Block a la estaca, Arent aventó una carta, esperando que algún anabaptista en la multitud la obtuviera. Pero los hombres del Duque lo vieron primero y llevaron a ambos hombres de vuelta a la prisión para otra sesión de tortura. No se retractaron y rehusaron traicionar a cualquiera de sus hermanos en la fe. Poco después, quemaron a Cornelis, a su tío Miguel Gerrits, y a Arent Block.

Desde 1571 no ha habido más anabaptistas en Klundert. Los turistas vienen–con sus bermudas, sus lentes oscuros, con sus botellas de coca-cola, y con sus cámaras haciendo clic en la fresca brisa de primavera. Les gusta Noord Brabant… Pero hay muchas cosas que los turistas no saben.

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